miércoles, 9 de mayo de 2012

Leyendas Impactantes


EL misterio de la Bocana del Rió Misahualli

Cuando recién se iniciaba la colonización del Oriente ecuatoriano, aguas arriba de la bocana del río Misahuallí y en un fresco claro de la selva, asentó su campamento un hombre blanco, que se dedicaba a la explotación del árbol de caucho en la cuenca del río Aguarico. Así pasaron los meses y un nuevo colono llegó al lugar acompańado de su hermosísima hija, la que inmediatamente causó estragos en el corazón del cauchero. La playa, las aves y las flores, propiciaron el florecimiento del amor, y el romance sonreía en los recodos del río. 

Como vivían en plena selva y ante la ausencia de una autoridad que legalizara la relación de la pareja, ésta decidió unir sus cuerpos y sus destinos a la sombra de los frondosos y florecidos árboles de guaba. Pero como el amor no produce para vivir, el cauchero tuvo que viajar una vez más al Aguarico para recoger la balata recolectada por sus trabajadores y llevarla a los mercados de Iquitos. 

La bella chica con el recuerdo de su amado en la hermosa sonrisa de sus labios, recorría la extensa playa solitaria cuando la bańaba el suave sol de la mańana, era ésta una costumbre que le había impuesto el amor. Mas el tiempo pasaba inmisericorde y al final de su paso el cauchero jamás volvió. 

La bellísima mujer presa de una indescriptible pena, desapareció un aciago día como si se la hubiera tragado la tierra. Sus familiares y amigos la buscaron afanosamente por doquier, pero todo fue en vano; las lágrimas y el tiempo, fueron borrando el dolor de su ausencia. 

Los ańos pasaron dándole espacio a la historia y una mańana brumosa y fría, unos indígenas que pescaban por el sector, vieron a una hermosísima mujer parada en la piedra grande de la margen izquierda del río; se acercaron a ella y cuando le preguntaron donde vivía solo seńalo el agua, y lanzándose al torrente sin salpicar una gota ni producir una onda en la superficie se sumergió. 

Los ancianos al escuchar lo ocurrido, aseguraron que la dama era el espíritu de aquella mujer que desapareció sin dejar rastros. 

En esa enorme piedra rojiza de estructura volcánica asentada en el recodo del río Misahuallí, se escucha con frecuencia en las mañanas, una dulce voz de mujer que canta a su amor perdido. Algunas veces ella se aparece a los que pescan en el río, pero quien acude al lugar con intención expresa de encontrarse con ella, nunca logran su objetivo.


Leyenda y Origen del Rió Tena



Muchísimos ańos antes de la sublevación del gran cacique Jumandy, más arriba de donde actualmente se asienta la parroquia del Pano, vivían unas doscientas familias quijos, procedentes de lo que es actualmente Archidona. 


Cuando se inicia esta narración el gran Curaca, celebra el nacimiento de su hijo, a quien puso por nombre Pano; mientras que en la comunidad del Calvario, llenando de felicidad a la familia del gran cacique nacía una hermosísima nińa, a la que le pusieron por nombre Tena. 


El tiempo pasó veloz, como vuelo de azulejo y Pano y Tena crecieron, transformándose ella en una bellísima mujer y él en un robusto guerrero. 


Pano hombre diestro en el manejo de las armas, con un grupo de jóvenes de su edad, participaba en una larga partida de caza. Cruzaron buscando animales, lomas y planicies, llenas de guaduales, pasos y pitones; era la época que maduraba la guaba y la chonta, las guantas y las guatusas se escabullían gordas y satisfechas. Los muchachos cansados por el esfuerzo realizado, acamparon a la orilla de un río repleto de carachamas. Cuando estaban tomándose el último mate de chicha, tintineó como campanilla de fiesta, un alegre coro de risas femeninas. Era la hermosísima Tena que con un grupo de compańeras, tomaban desnudas un bańo en un remanso del río. De este inesperado encuentro nació un intenso amor entre Tena y Pano y comenzaron a verse diariamente en un hermoso lugar junto a un gran árbol de caoba, ubicado en un recodo del río, sitio discreto y alejado de la murmuración. Pero como ningún secreto dura mucho tiempo, el padre de Tena se enteró del romance y prohibió terminantemente que continúen las citas clandestinas. Tena estaba prometida por su padre, al hijo de un gran Curaca de las cabeceras del río Misahuallí. 


A partir de ese día, cuando Pano emocionado y tembloroso llegaba al lugar de sus encuentros amorosos, este siempre estaba solitario, hasta las aves que anidaban el gran árbol de caoba, se habían alejado del sector. El enamorado joven cayó en un estado de mutismo y depresión, el vigor de su juventud se extinguió rápidamente, sin que existiera enfermedad visible. Los shamanes se reunieron para tomar ayahuasca y estudiar el caso. Uno dijo que un poderoso banco (brujo mayor) de una comarca cercana le había enviado un mortal virote (dardo-maldición). Otro aventuró la posibilidad, de que el cuerpo del joven estuviera poseído por un maligno supay (diablo-demonio). Un tercero sostuvo, que Pano simplemente estaba enamorado de una bella y esquiva princesa. Pero a pesar de este último diagnóstico y a la terapia que le impusieron, el desconocido mal iba minando la salud del joven. 


Pano ante la falta total de noticias de su amada, decidió inmolarse cometiendo suicidio para acabar con su vida, escogió lanzarse al río de aguas turbulentas y así desaparecer para siempre de la tierra. Tal como lo planificó lo hizo; saltando de una saliente cayó en lo más profundo del río y mientras era arrastrado por la correntada y giraba con los remolinos, iba llorando lastimeramente su desgracia. Las piedras y las garzas, las apangoras y carachamas, los yutzos y los pindos, las ranas y los grillos, todos se enteraron de su pena y dolor. 


Una lluviosa tarde, cuando Tena triste y resignada a su suerte, tejía monótonamente sin ninguna prisa ni ilusión, una ashanga (canasta) para transportar los productos de la chacra, un pingullo pishco (ave de mal agüero) que se posó en una rama cercana con su canto aflautado, le contó el triste final de Pano. Tena agobiada por un inmenso dolor decidió seguir la suerte de su amado; huyó de la casa de sus padres, corrió y corrió por senderos y barrancos, por playas y lodazales y cuando ya no pudo más, se lanzó finalmente al agua y bajó arrastrada por la fuerte correntada, golpeándose contra las piedras y tostándose con el sol en los remansos. 


Un hermoso día lleno de sol y mariposas se encontró con su amado, que bajaba llorando su desgracia, fundido con las aguas del río, que había tomado el nombre de Pano, y ella rendida de amor lo acogió en sus brazos, juntando los caudales de ambos ríos, que se hicieron uno para toda la eternidad. Pano y Tena de esta forma engendraron un solo río: El caudaloso Tena, que desde entonces corre alegre y rumoroso lamiendo las blancas playas y las orillas llenas de guabas, guayabas y orquídeas fragantes.

El Chiuta Y el Sumaco

Cuando el ińachic yaya (padre creador), castigó el pecado de las personas con el gran diluvio universal, los cielos descargaron torrentes de agua que empezaron a inundar la selva. La gente desesperada no sabía que hacer todas las que vivían en las zonas bajas empezaron a morir ahogadas, muchos subieron al volcán Sumaco por ser la elevación más alta de la zona y unos pocos se fueron hacia el Chiuta, que es un cerrito pequeńo que queda en la comunidad de el Calvario. Los que estaban en el Sumaco, se reían de aquellos que estaban en la cumbre del Chiuta. Son unos tontos decían unos, con toda seguridad los vamos a ver ahogarse decían otros. 


Pero la risa les duró poco, pues el nivel de las aguas a medida que llovía subía inexorablemente, y cosa rara; ĄOh milagro! El Chiuta también crecía. No pasaron muchos días y desapareció el Sumaco, con todos los indígenas que estaban subidos en un gesto desesperado en las copas de los árboles. El Chiuta en cambio, se había convertido en un monte muy alto, tan alto que su cumbre sobresalía de las aguas. 


Cuando por fin cesó de llover y las aguas empezaron a bajar su nivel, el Chiuta a la par que ellas se iba haciendo cada vez más pequeńo, hasta que al final llegó a su tamańo normal, que es como lo conocemos actualmente. Del castigo de yaya Dios (papá Dios), solo se salvaron los indígenas que estuvieron en la cumbre del Chiuta. 


Se dice que en las noches cuando llueve torrencialmente, se escucha los lamentos de los indígenas que se ahogaron en el Sumaco y las voces de alegría de los que estuvieron en el Chiuta, un cerro donde habitan los espíritus y al que muy pocos se atreven a subir.



 La Historia del Arbol de la Sangre de Drago


Retrocediendo en el tiempo llegamos hasta una hermosa y apartada región de la amazonía, donde vive asentada una tranquila y prospera comunidad indígena, regida por un anciano y sabio curaca (jefe), que tenía una bellísima hija llamada Sány. Todo el mundo al verla le expresaba su admiración y carińo, pero a Sány no le importaba nada el sentimiento de las personas, y nunca se la veía feliz, porque Sány jamás se enternecía por nada, ni sentía amor por nadie, por eso la conocían en toda esa región, con el apelativo de “la que nunca llora”. 

Cuando llegó el invierno a la comarca, llovió de forma tan intensa, que todos los esteros y los ríos se desbordaron; las casas, los cultivos, los animales, todos fueron arrasados, la gente sufría y lloraba mirando el desastre; solo Sány se mantenía indiferente, sin derramar una sola lágrima. 

Aquellos indígenas buenos, transidos por el dolor que les producía la destrucción, que el fuerte temporal iba dejando a su paso, criticaban con amargura la fría actitud de Sány: Mírala, no le importa nada decían unos.- Ni siquiera le importa el llanto de los nińos decían otros.- Ella tiene la culpa de lo que nos está pasando, los dioses la están castigando por no tener sentimientos, decía la mayoría. 

En eso la rucu huarmy (mujer anciana), la más sabia de las mujeres aseguró que solo el llanto de Sány podría acabar con el vendaval, la lluvia y la terrible situación por la que estaban pasando. Pero żcómo la haremos llorar? Dijeron unos. Yo creo que ni ante la muerte de su padre lloraría, dijo otro. Todos los ancianos estuvieron de acuerdo en que era necesario que Sány conociera el dolor, para que su alma al fin se conmoviera. 

Un nublado día mientras la muchacha caminaba por el bosque en dirección a su tambo (casa), se le apareció una anciana y suplicante le dijo: Por favor ayúdame a recoger ramas secas, pues tengo que calentar la choza donde está mi nieto enfermo y tiritando de frío. Pero Sány apenas si la miró con indeferencia y siguió su camino como si nada. Casi al instante se le apareció una joven mujer con el nińo enfermo en los brazos y le dijo: Te lo suplico, ayúdame a encontrar las hiervas que necesito para curar a mi hijo, y aunque Sány sabía donde encontrar esas hiervas, no quiso ayudar a la joven y angustiada madre, y siguió su camino imperturbable, sin siquiera volver la vista atrás. 

Pero solo alcanzó a dar unos cuantos pasos, porque enseguida se oyó la voz de la anciana que imploraba diciendo: Seńor, haz que esta mujer que no siente compasión por una abuela, ni por una madre sufriendo, jamás sea abuela ni madre; haz que esta mujer que tanto dańo nos ha causado por no llorar, desde hoy viva haciendo el bien a los demás con su llanto. 

Sány al escuchar las palabras de la anciana se quedó paralizada de terror y sintió como su cuerpo empezaba a sufrir extrańas transformaciones; vio como sus pies se hundían en la tierra y les empezaban a crecer raíces; su cuerpo se comenzó a endurecer y a cubrirse de corteza como un tronco; sus cabellos crecieron y engrosándose se expandieron como las ramas de un árbol. Al finalizar la extrańa metamorfosis, Sány se había convertido en el árbol de Sangre de Drago. 

Desde entonces la selva se pobló de esta nueva especie medicinal, el árbol de Sangre de Drago, al que hay que hacerle sentir dolor cortándole la corteza, para que llore por la herida y beneficie a las personas con sus lágrimas; lágrimas buenas para curar heridas, quemaduras, ulceras etc. De esta manera el alma de Sány atrapada en el árbol, ayuda a mitigar el dolor de los demás.

El Espiritu de la Selva y el Tigre Asesino

Sucedió hace mucho tiempo, en las cercanías de lo que ahora es la comunidad de Santa Rita; cierto día se celebraba una gran fiesta, se bebía chicha fermentada y vinillo, y se comía pescado y carne de monte, todo era alegría y camaradería, más al transcurrir las horas y cuando ya la mayoria de las personas estaban embriagadas, de pronto un hombre salta la pista de baile donde se encontraba su mujer bailando con otro, la toma del brazo y enardecido por los celos comienza a maltratarla; los invitados al darse cuenta de lo que sucedía sujetan al alevoso sujeto y lo amarran con bejucos de carahuasca. El borracho lucha tenazmente con sus ataduras logrando zafarse, arrepentido de lo que hizo huye a la selva para dejarse morir en ella. 

Cuando por fin se despierta se da cuenta de que se halla en medio de la selva, sintiendo un fuerte chuchaqui, pero viendo que la vida es bonita y merece ser vivida; bajo un gran árbol de cedro construye una enramada y prende una fogata para ahuyentar a las fieras. La noche tendió su manto y el canto de los sapos, grillos y chicharras, lo mantuvieron despierto por un largo rato; y fue en esos momentos cuando vio acercarse una sombra que se detuvo a sus pies, parecería que deseaba decirle algo, pero nuestro hombre no lograba descifrar el mensaje. 

A lo lejos se escuchó un fortísimo rugido, era el huagra tigre y la selva se estremeció desde sus raíces, luego vino un silencio espeluznante y nuevos rugidos cada vez más cercanos. Cuando el tigre estuvo a pocos metros del indígena, la sombra que se había ubicado a los pies de éste se lanzó sobre el felino y se entabló entre ambos una mortal lucha; caían las palmas de chonta; los monos chillaban; temblaba la tierra; los contrincantes jadeaban de cansancio. La sombra durante la lucha logró tomar una filuda astilla de chonta y utilizándola a manera de puńal la enterró en el tigre varias veces. Por las heridas huía la vida del animal, la sangre manaba a borbotones. 

El hombre aprovechando la confusión trata de escapar escondiéndose detrás de los árboles más gruesos; en cuestión de segundo la sombra tambaleante le da alcance y le dice: “vete a tu casa y no faltes más el respeto a las mujeres; no regreses a ver si el huagra tigre te persigue.” El indígena retornó a su hogar lloroso y arrepentido, pidió perdón a su mujer por los maltratos anteriores y fundidos en un amoroso abrazo hicieron el amor, mientras el sol jugaba con el follaje de los árboles cercanos, refugio de pájaros y monos chichicos. 

Ese mismo día nuestro indígena regresó a la selva donde tuvo lugar la pelea; allí yacía el cuerpo del enorme huagra tigre, cubierto de impresionantes heridas y lleno de hormigas gigantes que le devoraban los ojos. Uno del grupo comentó que la sombra protectora debió ser la madre selva, que protege a los hombres cuando estos se internan en el bosque.

La Boa y el Tigre





Por el camino que lleva a Misahuallí, a 6 Km. de Puerto Napo, en la comunidad de Latas vivía una familia indígena dedicada a lavar oro en las orillas del río Napo. Un día la madre lavaba ropa de la familia, mientras la hija más pequeńa jugaba tranquilamente en la playa: tan concentrada estaba la seńora en su duro trabajo, que no se percató que la nińa se acercaba peligrosamente al agua, justo en el lugar donde el río era más profundo. Una súbita corazonada la obligó a levantar su cabeza, pero ya era demasiado tarde; la nińa era arrastrada por la fuerte correntada y sólo su cabecita aparecía por momentos en las crestas de las agitadas aguas. 


La mujer transida de dolor y desesperación, hincando sus rodillas en la arena implora a gritos ... yaya Dios! .... yaya Dios! Te lo suplico salva a mi guagua, y Oh! sorpresa, la tierna nińa retorna en la boca de una inmensa boa de casi 14 metros de largo, que la deposita sana y salva en la mismísima playa; la mujer abrazando a la nińa llora y sonríe agradecida. Desde aquel día la enorme boa se convirtió en un miembro más de la familia, a tal punto que cuando el matrimonio salía al trabajo cotidiano, el gigantesco reptil se encargaba del cuidado de los nińos. 


Pero un tormentoso día, cuando los padres fueron a la selva en busca de guatusas para la cena, la boa no llegó a vigilar a los nińos como solía hacerlo todos los días. Este descuido fue aprovechado por un inmenso y hambriento tigre, que se hizo presente con intenciones malignas. 


Los muchachos desesperados gritaron a todo pulmón “!yacuman amarul! (boa del agua), el gigantesco reptil al oír las voces de los nińos salió del río y deslizándose velozmente entró a la casa; se colocó junto a la puerta, para recibir al tigre que trataba de entrar sigilosamente en el hogar de sus amigos; la lucha que se desató fue a muerte; la boa se enroscó en el cuerpo de felino, pese a las dentelladas del sanguinario animal; los anillos constrictores del reptil se cerraron con fuerza, mientras el tigre la mordía justo en la parte de la cabeza, al final se escuchó un crujido de huesos rotos y ambos animales quedaron muertos en la entrada de la casa. 


Cuando regresaron los padres de los chicos, recogieron con dolor los restos de su boa amiga y ceremoniosamente la velaron durante dos días, para luego enterrarla con todos los honores y ritos que se acostumbraban utilizar para con los seres queridos.




El Poderoso Rayo

A unos cuantos kilómetros de Hillu yacu (río Hollín) vivía la familia siquihua; el jefe era un diestro cazador y un hábil pescador, esto hacía que la despensa de la casa estuviera siempre llena, pero como hasta la abundancia molesta a cierta gente, en una ocasión su mujer empezó a quejarse de un fuerte dolor en los brazos, por la dura labor de ahumar la carne de monte y los pescados. Por esta razón siquihua tuvo que dejar la cacería y la pesca, que no sólo eran su mejor entretenimiento, sino también la forma de mantener a su familia. Pasado algún tiempo y cuando la comida empezó a escasear, salió a cazar al monte y no consiguió atrapar ningún animal, fue a pescar y el río le negó los peces. Era como si hubiera perdido el toque de gran cazador y hábil pescador y así pasaron los días y su mala suerte se acentuaba. Su familia dejó de hablarle y su esposa le dijo que era un inútil y que lo detestaba. 

Siquihua como todo indígena cuando se encuentra en problemas, acudió en busca de ayuda donde el brujo de la comarca, quien le recomendó un estricto ayuno y le prohibió la sal, el ají y el vinillo. Siquihua así lo hizo, cumplió al pie de la letra las recomendaciones del sabio anciano y una noche de luna salió a pescar al rio Hillu Yacu, en donde estuvo por horas lanzando su atarraya, sin lograr pescar nada, probó con el anzuelo y el resultado fue el mismo, trató con el huami (embudo de carrizo) y tampoco tuvo suerte. En eso la lluvia, los truenos y los relámpagos pusieron dramatismo a su desesperado accionar y Siquihua tuvo que refugiarse tras una gran roca para esperar que pasara el fuerte temporal; estaba meditando en su mala suerte actual, cuando a lo lejos divisó la figura de un gigante que resplandecía al mismo ritmo que la tormenta eléctrica y lanzaba una gigantesca red primero hacia un lado y luego hacia el otro lado del río; en cada movimiento que hacía, los fenómenos atmosféricos tomaban mucho más fuerza y consistencia. 

Cuando aquel impresionante gigante estuvo casi sobre la roca que le servía de refugio a Siquihua, lanzó la red en varios sitios del río, recogiendo una abundante cantidad de hojas, las mismas que depositadas en la playa, se convertían en grandes y apetitosos peces: había de todo, jandias, bocachicos, bagres, etc. Siquihua trató de apoderarse de uno de los peces, pero el gigante al darse cuenta de su presencia, con un vozarrón de trueno que lo llenó de miedo le dijo: “no te atrevas a coger lo que no te pertenece; pide y yo te daré lo que desees; pues soy el dueńo, amo y seńor de los ríos”. Por favor amigo le suplicó Siquihua, mi mujer y mis hijos se mueren de hambre, sólo te pido que me des mucha suerte para pescar como tú lo haces. 

El gigante suavizando un poco su voz de trueno le contestó: “mi nombre es Rayu Apaya (Poderoso Rayo) y desde el día de hoy cada vez que vengas al río invócame y vendré en tu ayuda. Con mi protección cogerás muchos peces y tu familia no pasará hambre; ahora acompáńame río arriba”. Siquihua siguió al centellante gigante y llegaron a una cocha profunda, donde rayu lanzó su red; una enorme y pesada boa fue atrapada y depositada en la playa. Rayu le aplastó la cabeza con sus dedos, tan fuertes como una enorme prensa y le pidió a Siquihua que recogiera piedras negras y las colocara alrededor de la boa. Cuando el círculo de las piedras se hubo cerrado, el gigante las apuntó con su dedo y musitó unas extrańas palabras, de su dedo salió una fuerte descarga eléctrica y las piedras golpeando entre sí produjeron chispas que se convirtieron en llamas, prendiendo a los leńos puestos alrededor, de esta manera pronto la boa estuvo asada. 

La comida estuvo deliciosa, todo lo que sobró Siquihua lo envolvió en ńachi pangas (hojas para maitos) y despidiéndose de su gigantesco amigo llevó todo ese alimento para su familia. Mas cuando cansado pero feliz llegó a su casa, su mujer lo llenó de insultos y no quiso recibirlo; de nada sirvieron regalos ni explicaciones; lleno de ira Siquihua se acordó de su gigante amigo y lo invocó: Rayu, Rayu, Rayu. De pronto un gigantesco rayo cayó en su casa y acabó con la vida de la mala mujer. 

Desde aquel acontecimiento, en las noches de truenos y rayos, Siquihua desaparecía misteriosamente y no regresaba sino hasta el amanecer, con un cargamento de grandes pescados, que siempre repartía entre los más necesitados. Siquihua es famoso por su generosidad y tanto en su comunidad como en los alrededores la gente lo llamaba Aycha yaya (padre pescador).

EL Pungara Urco: La Casa Del Diablo



Mucho antes de que los jesuitas llegaran a Loreto y Archidona, un puńado de indígenas quichuas vivía ya en las faldas del cerro Pungara Urco (cerro de brea), hoy comunidad de San Pedro al Oriente del actual centro poblado de Muyuna. En esos días cuatro nińos desaparecieron en el río, por más que los buscaron no encontraron ninguna huella, así pasaron varios meses, hasta que dos mujeres que salieron en busca de agua no retornaron jamás. 

Muy preocupados por estas desapariciones, se reunieron los moradores del lugar para consultar a sus guias espitiruales, los brujos. El más anciano, pero también el más famoso de ellos, vivía en las faldas del chiuta. Junto con él hicieron los ayunos rituales tres brujos más, durante cuatro días bebieron esencia de ayahuasca y guando y al final estuvieron de acuerdo en afirmar, que aquel peligroso lugar donde ocurrieron las desapariciones, estaba asentado sobre un antiguo cementerio y que los supais (diablos) eran dueńos de ese territorio porque algunas almas les pertenecían. 

Los bancos (poderosos brujos) dijeron que para alejar a los espíritus era necesario emplear algunas hierbas ceremoniales y mucho ayuno, pero que además tenían que cancelar el precio estipulado y este consistía en cuatro guanganas (sajinos) y cuatro canoas llenas de pescado ahumado. Efectuado el pago los brujos se dedicaron a la tarea de exorcizar aquel siniestro lugar; por las tardes, uno de ellos, el que estaba de turno, acompańaba a las mujeres y a los nińos hasta el río y les mostraba las piedras negras, donde vivían los diablos. 

Una noche especialmente oscura y lluviosa, los cuatro brujos se dirigieron al playón del río; llevaban consigo ollas, hierbas y algunos maitos, de los que ellos nunca dejaron ver su contenido. Nadie pudo asistir a la ceremonia de exorcismo, pero se escucharon con toda claridad insultos, gritos, maldiciones y silbidos. Luego vino la lluvia fuerte, copiosa y persistente. Se incrementó el caudal de las aguas del río y los animales que viven en sus riveras enmudecieron. Al día siguiente los brujos agotados pero satisfechos, informaron que habían expulsado a los diablos y que estos se habían refugiado en el cerro de Pungara Urco; recomendaron no bańarse en el río cuando sus aguas crecieran, no lavar la ropa en el río pasadas las 6 de la tarde y no pescar carachamas durante la noche. Después de haber dicho esto, les brindaron chicha de chonta y pescado ahumado y cada quien se fue para su comunidad. 

Pasó el tiempo y cuando la normalidad parecía haber sentado sus reales en la comuna, una hermosa tarde de sol y bulliciosos pericos, una hermosa y lustrosa guatusa llegó a una chacra, el dueńo de la misma un joven cazador, las siguió sigilosamente hasta el cerro del Pungara Urco y no volvió más. Sus amigos y familiares angustiados lo fueron a buscar, encontraron varios senderos misteriosos y escucharon silbidos escalofriantes, que los invitaban a perderse en la selva; la gente temerosa tuvo que regresar y del cazador no se supo nada más. 

En las noches de luna llena, casi al filo de la medianoche, quienes por desgracia se aventuran a pasar cerca del cerro de Pungara Urco, o se atreven a caminar a través de él, escuchan espantados gritos desgarradores, seguidos de una risa diabólica, que se alarga insistentemente como un eco. Y son pocos los que han podido escapar a este reclamo. A veces por los potreros o chacras de la comunidad de San Pedro, asoman venados, guatusas, sajinos y pavas del monte. Ya nadie los persigue, ni se deja engańar. Estos animales son los diablos, que buscan tentar a los hombres para atraerlos al centro del Pungara Urco y no dejarlos regresar jamás



El Árbol se la Abundancia





Hace muchos, pero muchísimos ańos, los gemelos indígemas Cuillor y Ducero fueron de visita al tambo de su amigo Mangla para solicitarle comida. La Amazonía estaba soportando una prolongada ausencia de lluvias y las chacras en su mayoría se habían arruinado. Cuando llegaron donde Mangla, éste les brindó chicha de yuca y también de chonta, durante el tiempo que duró la conversación entre ellos, los gemelos se dieron cuenta que en una esquina de la casa había unas escamas de pescado, que por su tamańo hacían presumir cuan grande había sido el pez al que se las habían quitado; indagaron a su amigo el lugar donde el pescaba y Mangla les indicó que en una cocha cercana (poza, laguna) y los invitó a que participen ishInca (trampa de canuto en forma de embudo) en mano, en esta actividad. 

Cuando llegaron a la cocha, a pesar de que estuvieron varias horas tratando de capturar una pieza, no lograron nada; Cuillor y ducero, agarraron a su amigo y bajo amenaza de propinarle una descomunal paliza ´por mentiroso, lograron que les declare la verdad. Arrepentido de su embuste Mangla les contó que por la cordillera de los Guacamayos, crecía un árbol tan grueso y gigantesco, que en su copa albergaba una gran laguna poblada de una gran variedad de peces, aves y animales. Los hermanos siguieron presionando a su amigo, para que los lleve hasta el lugar exacto donde crecía el maravilloso árbol. 

Una vez que se pusieron de acuerdo, Mangla y los gemelos iniciaron la larga marcha. Avanzaron por senderos de animales, sortearon pantanos y se toparon con una impresionante boa de 15 metros de longitud que se encontraba dormida, tratando de digerir el venado adulto que le había servido de alimento. Manchones de cańa guadua, pintaban de amarillo y verde el paisaje ante sus ojos, el frío se fue haciendo gradualmente más intenso, de tal forma que les calaba los huesos y por fin en un extenso claro de la selva, llegaron al sitio donde se erguía el descomunal árbol. 

Los gemelos y su amigo ayunaron durante tres días con sus respectivas noches, con el propósito de descubrir la forma de derribar el varias veces milenario árbol. Tomaron una porción de la alucinante ayahuasca (planta alucinógena) y nada malo vieron en su viaje hacia las fronteras de lo misterioso y sobrenatural. Cuando salieron del trance en que los sumió la ayahuasca, pidieron ayuda a los animales y los insectos para que los ayudaran a derribar el portentoso árbol: guatusas, ardillas, pájaros carpinteros, comejenes, abejorros, etc. trabajaron hasta el agotamiento, en largas jornadas de sol a sol; los turnos eran seguidos y sin períodos de descanso y al final, el tronco fue limpiamente cortado pero el gigantesco árbol no caía. 

Un hermoso halcón que por allí pasaba se acercó a uno de los gemelos y le dijo al oído que el misterio no estaba abajo en el tronco, sino arriba en la copa; luego de que pasó esta información el halcón se alejó raudamente lanzando al aire su grito de combate y dejando tras de sí una estela dorada. El gemelo ante esta revelación tomó una pócima de hojas y raíces y acompańándola de unas cuantas palabras mágicas quedó convertido en ardilla. Ágilmente trepó hasta la copa del gigantesco árbol y quedó gratamente sorprendido, ante la vista de una enorme y hermosa laguna, de agua pura y cristalina con islotes llenos de animales y aves. 

En el centro de la laguna y del islote más grande, un colosal bejuco subía verticalmente hacia el infinito; él era la razón por la que el árbol no caía. Inmediatamente la ardilla se lanzó al agua y nadando ágil y rápidamente llegó hasta el islote donde estaba el bejuco y con un gran esfuerzo lo cortó con sus afilados dientes. 

El milenario árbol haciendo un ruido monstruoso cayó derribado al suelo, el agua de la gran laguna se esparció por doquier y los peces nadaron en los arroyos que se formaron buscando un cause permanente. Todas las especies de animales y aves que poblaban la laguna se refugiaron en la selva y el torrente de agua llegó hasta los ríos, volviéndolos más anchos y navegables. Los únicos que no pudieron disfrutar de esta nueva abundancia, fueron los gemelos Cuillor, Ducero y su amigo Mangla, pues murieron aplastados por unas enormes rocas negras que saltaron del fondo de la laguna, en el momento en que el gigantesco árbol al ser derribado impactó contra la tierra.

El Puma deVerde
 Rio 



Se conoce por lo que cuentan los ancianos, que por la Cordillera de Napo Galeras, los pumas tenían sus madrigueras y desde allí amenazaban diariamente a las comunidades aledańas. Una noche por la cabecera del Jatun Yacu (río grande), apareció uno de estos felinos, un depredador gigante y sanguinario, que solo muerte, destrucción y llanto, iba sembrando su paso. 


Las huellas de las pisadas que dejaba por los lugares donde merodeaba, eran enormes y nadie se atrevía a salir de sus chozas y los que lo hacían iban en grupos compactos, fuertemente armados, acompańados de perros y mirando hacia todos lados. A pesar de esto, un temerario indígena hijo del anciano brujo del sector, se preparó durante varios meses purificando su cuerpo, siempre bajo la mirada atenta y severa de su padre, y al finalizar todo el ritual, salió resueltamente a la selva para dar caza al puma. 


Tuvo que recorrer varias jornadas hacia el oeste y muy cerca de la Cordillera de Galeras, allí donde nace el río Verde Yacu (río verde), sobre una gran roca blanca, mirando hacia la selva con ojos hinópticos, estaba el enorme puma asesino. Un frío sepulcral le recorrió el cuerpo del indígena, retrocedió muy despacio e invocó la ayuda de los espíritus y de sus antepasados; bebió sin perder de vista al animal, una pócima que traía consigo y ... Oh!! prodigio, una fuerza y un valor, venidos de más allá de las cimas de las montańas, le invadió todo su cuerpo, y así, con decisión de titán, se dispuso a enfrentar a la fiera. 


Asiendo con ambas manos una enorme lanza de chonta, avanza hacia la fiera, el gigantesco Puma, al darse cuenta de su presencia, se le enfrenta y lo persigue; el joven corre veloz por los desfiladeros, salta barrancos y se arroja a las profundidades de los cańones; de pronto se encuentra atrapado en un callejón sin salida. Las paredes son altas y perpendiculares, el indígena a duras penas logra trepar en una minúscula saliente; el puma lanza dentelladas y peligrosos zarpazos. El joven afirma el mango de la lanza en la roca y espera firme la cometida final; el puma salta y la punta de la lanza penetra por su pecho, un descomunal rugido con sonido a muerte, provoca una enorme avalancha de piedras, que lo sepultan para siempre. El joven después de agradecer a los espíritus retorna a su hogar y toda la comunidad conoce y aplaude su intrépida hazańa. 


La leyenda dice que cuando la gente va al Verde Yacu a lavar el oro de sus arenas, espesas y amenazantes nubes cubren la zona, el día se convierte en noche, llueve torrencialmente y crece el río. Abajo a lo lejos ... en el encańonado se escucha el furioso rugir de un puma; la gente siente temor y se retiran respetuosamente del lugar. 


Este es el territorio del puma, donde la realidad y la leyenda se unen, junto a los lavaderos de oro.